15.7.11

Creer;


El simple hecho de que hubiera grabado un episodio piloto (el primer episodio de la serie) no significaba que Hannah Montana fuera a ver la luz algún día. Había muchos ejecutivos que tenían que decidir si era lo bastante buena. Si lo aprobaban, la serie resultaría “elegida”, lo que significaba que haríamos mas episodios y que se emitiría. Que era lo que queríamos todos.
Habíamos vuelto a Nashville cuando llego la noticia de que Hannah Montana había sido elegida para trece episodios. Disney me quería en Los Ángeles al cabo de siete días. ¡Siete días! Mamá no quería desestructurar a toda la familia tan rápidamente sin ponernos en un lugar donde pudiéramos sentirnos como en casa. No quería que la mudanza fuera traumática o pudiera ser sentida como un sacrificio por parte de mis hermanos. Mamá es así. No es de las que se deja embelesar por Hollywood o por la idea de que yo sea una estrella. Siempre procura tener una visión de conjunto. De toda la familia. De cómo podemos tener estabilidad y normalidad. Mamá entro en Internet y compro la casa más pequeña que pudo encontrar en La cañada. Así de simple. Como si fuera una camiseta de un catalogo. Mamá es muy del siglo XXI.
Una de las primeras cosas que hicimos cuando llegamos a Los Ángeles fue ir a las oficinas de Disney para darles las gracias. Almorzamos con mis agentes y luego fuimos en un descapotable hasta Disney. Papá y yo siempre íbamos en cuatriciclo por los alrededores de nuestra granja, al estilo sureño. Parecía una experiencia total de ascenso a la cima. Me sentía tan glamorosa en mi descapotable… era una estrella de televisión camino a dar las gracias a los productores. Excepto que cuando entre a la oficina de Gary Marsh, una expresión de terror cruzo su cara.·¿Qué te ha pasado?· , pregunto. El viaje en el descapotable me había despeinado. Y llevaba el pelo teñido en un todo extraño de rubio. Me había arrancado dos dientes. Y, ah si, los aparatos en los dientes. Llevaba aparatos en los dientes. No era una visión demasiado hermosa. Enseguida caí de mi pedestal.
Mis cabellos volvieron al color castaño. Me quitaron los aparatos de los dientes. Me pusieron un puente dental con dientes falsos para rellenar los huecos mientras me crecían mis dientes de adulta. Fue mi primera actuación como estrella de la televisión: tener una excusa para deshacerme de los aparatos en los dientes.
Una vez “arreglada”, quedaban mas cosas por hacer antes de empezar a rodar la serie. Tenían que hacer mi vestuario. Tenia que entrar en un estudio para grabar la música de toda la primera temporada. Ah, y tenían que tomarme la talla para las pelucas. La peluca del episodio piloto era una broma. Ahora tendría pelucas autenticas y caras que se moldearían especialmente para mi cabeza. Si nunca han sufrido una prueba de pelucas, déjenme que les diga que no tiene nada de glamoroso. Te ponen un gorro de peluca, que es como un gorro de natación hecho de media; ponen cinta adhesiva alrededor hasta que se endurece; y luego utilizan esa forma para hacer un molde.
Una vez hechas las pelucas, la serie se puso en marcha. Poco después, hubo una fiesta en el set para el estreno de la serie. Tanto Emily como yo llevábamos un vestido negro. Estábamos muy ansiosas por ver la versión definitiva del episodio piloto (la versión que verían millones de espectadores en Disney Channel). Eso esperábamos.
El episodio era mucho mejor de lo que me esperaba. Vos decís las líneas unas seis veces, setenta veces, y acabas sin tener ni idea de cual elegirán en la sala de montaje, como sonara, ni que aspecto tendrás mientras las dices. Cantas una canción en un estudio y solo imaginas como saldrá con producción de sonido y sincronización. Pero allí estábamos, en la pantalla. Papá, yo y todos mis nuevos amigos. Tengo que admitir que pensé que éramos bastante impresionantes. Pasara lo que pasara, aquel era mi momento, y jamás lo olvidare.
Al día siguiente fui a un parque de atracciones con mi tía. No pensamos en la serie. No teníamos ni idea de lo que eran los índices de audiencia. No se nos ocurrió que, de hecho, la gente había visto mi cara en la televisión la noche antes. Íbamos de camino a la montaña rusa cuando seis niñas de trece años se me acercaron corriendo y me pidieron un autógrafo. ¡En mi interior hice un flic-flac con salto mortal hacia atrás de alegría! ·Claro·, les dije, con un exceso tal de entusiasmo que estoy casi segura de que asuste a mis primerísimas fans (que eran mas altas que yo). En ese momento me di cuenta de queHannah Montana no era simplemente un trabajo nuevo que me encantaba. Había gente que nos veía. Gente de verdad, que me reconocía en la calle. Ya no era únicamente Miley Cyrus. Llevaba a Miley Stewart y a Hannah Montana conmigo. Era raro. Era genial. Solo tenía doce años.
¿Han practicado alguna vez su firma en las libretas de la escuela o mientras hablan por teléfono? Yo si. Pagina tras pagina, donde debería haber estado tomando apuntes, estaba llena con mi nombre, acompañado de tipo de garabatos y floriculturas. Sabia como firmar mi nombre, pero, ¿Qué mas quería decirles a aquellas niñas, mis primeras fans? Recordé lo que habría querido oír Hannah Montana, sentada nerviosa en una sala de espera, cuando solo era una entre cincuenta aspirantes. Recordé lo que habría querido oír mientras estaba sola en cuclillas en el baño del colegio, cuando estaba al límite. Recordé lo que habría querido oír mi pez cuando su mejor amigo mordió el polvo. Ahora sabía exactamente lo que quería escribir. Me tome un buen rato para aquellos seis primeros autógrafos, asegurándome de que quedaran perfectos. 

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