15.7.11

Que siga el espectaculo;


Esperaba estar nerviosa en mi nuevo trabajo, pero grabar la serie no fue ni por asomo tan terrorífico como lo habían sido los castings. En el set nadie me estaba juzgando. No estaba delante de un grupo de personas que decidirían mi futuro. Y lo mejor de todo, no era en directo. Si algo no funcionaba, podíamos volver a intentarlo. Siempre había mas cinta. Claro que a veces todavía me angustiaba. Pero era donde yo quería estar. Trabajábamos en equipo, tratando de hacer la mejor serie posible.
Desde el principio hubo algunos momentos surrealistas. Por ejemplo, era un poco raro ver que hubiera gente que me elegía los novios. Yo no tenia nada que ver con los castings, de manera que simplemente me presentaba a trabajar un lunes y me presentaban a mi nuevo novio. “Ah hola”. En las escenas de besos pensaran que tiene que ser violento besar a alguien que apenas conoces, pero simplemente no parecen algo real. Nadie se lo toma en serio. Es parte del trabajo. Yo beso del mismo modo que finjo ser sonámbula o tener nauseas al ver el armario de Jackson. Es una escena. Aunque tengo que confesar que estaba un poco emocionada cuando vi que Miley iba a besar a Jake. Creo que Cody Linley es muy lindo. Y, por supuesto, me encanto cuando en la segunda temporada apareció Jesse McCartney como estrella invitada. He sido fan suya desde siempre.
Hacia la final de aquella primera temporada, vinieron súper estrellas como Dolly Parton, Brooke Shields y Vicki Lawrence. Tal vez debería haberme sentido intimidada, pero era nuestra serie. Estaban de visita en un lugar donde mis compañeros de reparto y yo nos pasábamos la vida. Allí me sentía segura la mayor parte del tiempo. Excepto cuando Miley Stewart tenía que patinar disfrazada de gallina. Y, más tarde, cuando tuve que llevar un disfraz de gorda luchadora de sumo, estaba que echaba chispas. Yo pensaba que llevar una peluca era un sufrimiento, pero esos disfraces enormes me hicieron sentir mas respeto por las personas que llevan los disfraces de Mickey Mouse y compañía de Disneyland. No podía soportarlo. Supongo que sentía claustrofobia. No suelo tener problemas, pero para esas escenas quería tener a mamá a mi lado.
Tuve una suerte extraordinaria con Hannah Montana. Desde el inicio sentí que yo era Hannah. No tenia que esforzarme por meterme en el personaje o tratar de sentir lo que ella sentía. Esas eran habilidades que desarrolle con el tiempo, pero, al principio, tenia la impresión de que el papel estaba escrito exactamente para mí. Incluso me resultaba fácil memorizar los guiones. Soy un fenómeno de la naturaleza. Puedo leerme una escena un par de veces y aprendérmela. Antes de que me dieran el papel, nunca me preocupo la capacidad de memorización (¡aunque, viéndolo en retrospectiva, debería haberme preocupado!) pero resulto que no lo necesitaba. Claro que a veces también me equivocaba, pero formaba parte del proceso de aprendizaje.
Algo parecido me ocurría con los ensayos. ¿Repasar guiones? ¿Practicar? No era lo que mas me gustaba. Mis días favoritos de la semana eran los que grabábamos la serie realmente. Los consideraba los días auténticos, los días de verdad. Los ensayos parecen imágenes a cámara lenta, pasos de tortuga, comparados con el subidon de adrenalina que se experimenta al actuar.
Aparte de eso, no los cambiaria por nada, incluidos los momentos lentos. Y, al principio, era todo tan nuevo que nada me parecía lento ni por asomo. Recuerdo que, la primera vez que me prepare para pisar la alfombra roja fue para el estreno de Chicken Little. Era una película de Disney y quería verla, así que pedí entradas para el estreno. Mamá y yo fuimos de compras en busca de un vestido elegante de Charlotte Russe. Recuerdo que dije: ·Mamá, ¿puedo decirles que es para un estreno?· Pensaba que así me ayudarían mas o me traerían un vaso de agua cristalina o algo. Mamá contesto: ·Nadie va a creerte, ¿Sabes cuanta gente de Los Ángeles entra en las tiendas diciendo eso?·
Acabe llevando una simple remera negra con una cruz. Yo creía que iba muy linda, aunque, comparado con lo que llego a ponerme hoy en día… Cuando fuimos a la película camine por la alfombra roja hacia los flashes de las cámaras de los fotógrafos que gritaban nombres de estrellas “¡Zach! ¡Joan! ¡Steve!” Cuando pase yo, bajaron las cámaras. Adiós a mi fantasía de la alfombra roja.
Una vez acabada la película, mamá y yo fuimos a la fiesta posterior. Todo el mundo hablaba y se paseaba y todo el mundo parecía conocerse. Cogimos nuestros platos de comida y buscamos un lugar para sentarnos. Todas las mesas estaban llenas de gente que evidentemente llevaba en ese mundo mucho más tiempo que yo.  No había sitio para sentarse. Así que nos acomodamos en el suelo para comer. Nadie se fijo en nosotras. Éramos las mayores perdedores de la historia. Fue bastante humillante. 

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